Consensos y disputas en redes sociales

Natalia Aruguete

Introducción

Desde la recuperación democrática, América Latina ha conquistado –con ritmos disímiles– derechos civiles muy postergados en uno de los continentes más inequitativos del mundo. Entre los cambios culturales más significativos de los últimos años asistimos a una expansión de los derechos LGBTQI+ y a la legalización del aborto, así como a una mayor protección legal contra la violencia de género doméstica y laboral. En paralelo, algunos países de la región, como Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia y la Argentina, experimentaron dinámicas democratizadoras de la expresión pública donde las redes fueron una herramienta constitutiva del activismo social. 

Pese a ello, las plataformas digitales son responsabilizadas por la promoción de formas autoritarias de participación y la amplificación de falsedades y discursos de odio que no logran ser procesados. Aunque es una preocupación ampliamente justificada, las redes sociales virtuales también pueden ser ámbitos de intercambio simbólico con capacidad de promover consensos políticos y desafiar las agendas hegemónicas. 

Si nuestro objetivo es reducir la polarización y permitir que más ciudadanos habiten un espacio desde el cual tender “puentes” entre burbujas ideológicas cerradas, quizá debamos explorar y dar volumen al debate de otros temas. Esto no significa evitar temas políticos, pero requiere que la identificación partidaria deje de ser el único eje vertebrador del debate público y permita que otras identidades se involucren en un intercambio fresco y habiliten un diálogo consensuado. La ley 27.610 de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), debatida y sancionada en diciembre de 2020, es un claro ejemplo de que esta búsqueda es posible; una vía de entrada privilegiada para comprender cómo se disputan definiciones políticas alrededor de los asuntos públicos sin que el eje partidario explique las posiciones alrededor de un asunto, de manera excluyente. Esto es así, en parte, porque la parlamentaria fue solo una de las arenas competitivas en las que se manifestó esta puja por cómo definir el aborto de manera legítima. La calle y las redes fueron escenarios clave donde se disputaron los encuadres promovidos por el movimiento feminista y el contramovimiento “anti-aborto”.1

La conquista parlamentaria de la IVE es definida como un “evento crítico redefinitorio” (Pride, 2002) en el marco de la lucha de los movimientos feministas. Ello se debe no solo a que el activismo tuvo efectos concretos en el nivel de la política pública, sino también a que modificó la percepción alrededor de este problema público y evidenció las posiciones ideológicas ocupadas por las elites y sus seguidores en el espacio digital. Precisamente en este escenario digital, y en Twitter en particular, busco comprender cómo se conformaron los encuadres mediáticos que pugnaron por instalar una definición expandida de la IVE durante el debate legislativo de diciembre de 2020. Llamaré #EsLey a este evento mediático. 

La calle y las redes. El debate de la IVE

Hoy en día, las redes sociales se han convertido en el principal medio para el intercambio discursivo. Incluso aquellos con poco interés en la política están expuestos a noticias sobre asuntos públicos, cuya probabilidad de difusión aumenta en escenarios polarizados. ¿Qué tiene de distinto el intercambio de mensajes en redes sociales y, en particular, en la plataforma Twitter? En primer lugar, no todos los usuarios accedemos a todo lo que circula en las redes, sino que interactuamos con una porción pequeña de contenidos que nos resultan afines. En segundo lugar, gustamos y compartimos más habitualmente aquellos mensajes con los que coincidimos. En tercer lugar, esa información que gustamos y compartimos en Twitter queda habilitada en el muro de aquellos usuarios que nos siguen, para que la observen y compartan también o simplemente la ignoren. Finalmente, nuestra preferencia por compartir solo algunos contenidos digitales incide en la cantidad de mensajes que circulan y observamos los usuarios que habitamos las comunidades virtuales. Eso explica por qué en cada comunidad se forman perspectivas e interpretaciones que difieren de las de otras comunidades. 

A partir de la definición de la IVE promovida por distintas comunidades digitales, sus integrantes mostraron preferencias en el consumo de contenidos, en la conexión con sus pares y en el interés por compartir mensajes. En este caso en particular, la interacción entre los usuarios y las usuarias más activas no solo escapó a la oferta de noticias propuesta por los medios, sino que se impuso sobre estos y los persuadió de acompañar la palabra del movimiento y del contramovimiento. Meyer y Staggenborg (1996) afirman que a un movimiento se le contrapone, casi por definición, un contramovimiento que propone interpretaciones contrarias de un fenómeno. El objetivo de ambos agrupamientos es instalar sus marcos simbólicos y movilizar apoyos en las arenas competitivas, tales como la parlamentaria, la territorial, la mediático-digital.

El entorno digital añade un aspecto singular a la competencia simbólica entre movimientos y contramovimientos. En este sentido,
cabe preguntarse en qué medida el acceso selectivo a algunos contenidos digitales y no a otros afecta la percepción de los usuarios sobre temas de interés, y en este caso en particular, sobre la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). De esta pregunta se desprende mi objetivo de analizar la conformación de los marcos simbólicos alrededor de la legalización del aborto (el encuadre “pro-derecho” y el encuadre “pro-vida”) en la plataforma Twitter para dilucidar si, a 40 años de la recuperación democrática, hemos encontrado temas que promuevan un debate más consensuado que aquellos a los que estamos acostumbrados.

¿Polarización o consenso?

Durante muchos años, la polarización política ha sido descripta como un problema fáctico, derivado de la orientación que tomaban las políticas públicas propuestas por los partidos y sus dirigentes. En la actualidad, cabe preguntarse, por ejemplo, qué significa “la grieta” para los argentinos: ¿las diferencias de política pública, la distancia afectiva que nos separa de aquellos candidatos que no nos gustan, la distancia ideológica que distingue a los partidos? Hay dos componentes de la polarización que me interesa resaltar aquí. La distancia que percibimos entre nosotros y los otros y su forma dinámica y latente. La primera, la distancia percibida, indica que la polarización no es un fenómeno externo a nosotros que se explique por sus atributos internos, sino que depende de cómo percibimos subjetivamente cuán lejos estamos de lo que (o de quien) no nos gusta. A su vez, es un fenómeno dinámico y latente dado que nos sentimos más o menos lejos de los otros según los temas sobre los que discutamos. Después de un debate presidencial seguramente nos quedaremos con la idea de que la distancia que nos separa del candidato-adversario es enorme. Pero puede haber otros asuntos en los cuales las posiciones ideológicas se acerquen y las diferencias, si existen, no estén signadas por las identidades políticas. El problema surge cuando la sociedad queda dividida por los temas que la polarizan; más grave aún es que estos temas polarizantes sean “estructurantes del debate público” (Baldasarri y Bearman, 2007). Como consecuencia, aquellas cuestiones en las que existan acuerdos quedarán solapadas. 

¿Por qué analizar eventos mediáticos en Twitter? ¿Por qué, al cumplir 40 de democracia en la Argentina, vale la pena explorar un caso puntual como la legalización del aborto y nada menos que en la arena digital? En primer lugar, porque se trata de una plataforma habitada por un conjunto de usuarios y usuarias –desde elites políticas hasta la plebe tuitera, pasando por celebrities mediáticas e influencers de ámbitos diversos– que dedican gran parte de su intercambio a asuntos público-políticos. Este aspecto no es menor, porque, aunque no sea una red social representativa de la opinión pública, permite entender el sentido del debate en un determinado momento. Desde que las redes se instalaron como arenas de intenso debate público en la Argentina, la gran mayoría de los temas decantaron en burbujas cerradas ubicadas en los extremos ideológicos de la red social. De aquí surge la respuesta a la segunda pregunta. Como mencionamos al comienzo, la apertura de derechos civiles tuvo muchos avances en estas décadas. La legalización del aborto es uno de los derechos más demorados, uno de los que más trabas ha sorteado y cuya conquista se concreta apenas tres años antes de la celebración de los 40 de democracia.

En este escenario, ¿cómo identificar el grado de polarización o de consenso existente en la red social Twitter en ocasión del evento #EsLey, donde políticos y medios no fueron los usuarios con mayor capacidad de instalar la orientación de la discusión ni las posiciones alrededor de la conversación virtual? Precisamente, mi interés en este evento es comprender si otras identidades, distintas a las político-partidarias, tuvieron la capacidad de darle un sentido distinto al debate digital sobre la IVE. En los párrafos que siguen analizaré el tipo de intercambio del evento mediático #EsLey en Twitter. 

FIGURA 1

Mapa de activación #EsLey 2020

Nota: En este mapa de activación encontramos una red de interacciones, llamada “red primaria conectada”
(RPC), que incluye 165.158 usuarios que publicaron y compartieron (mediante retuits) un total de 2.241.555
tuits. La comunidad “pro-derechos” (región superior-izquierda), la comunidad del “Frente de Todos” (región
inferior-izquierda) y la comunidad de “Juntos por el Cambio y anti-IVE” (región derecha).

En la Figura 1 podemos observar una imagen que llamaré “mapa de activación”, donde sistematizo los mensajes publicados y compartidos (mediante el retuit) por los usuarios y usuarias que participaron del debate digital #EsLey. ¿Cómo se forma una comunidad? Surge de la interacción que se da entre los usuarios. Cuanto más intensa es la interacción, más cerca quedan esos usuarios y, por ende, conforman una comunidad. Como lo muestra la Figura 1, las comunidades se distinguen entre sí al adquirir un tono determinado. 

En el evento mediático #EsLey se crearon tres comunidades. En la región superior-izquierda se ubica la “comunidad pro-IVE” integrada fundamentalmente por activistas feministas con un alto protagonismo en las redes sociales y en las calles. Debajo de esta se posiciona la “comunidad del Frente de Todos (FdT)”, dominada por usuarios orgánicos con una fuerte identificación político-partidaria. A la derecha, la comunidad que llamaré “Juntos por el Cambio y anti-IVE” presenta un aspecto singular. Como ya mencioné, las comunidades se conforman a partir de la intensa interacción entre sus usuarios. Lo que cabría esperar en la derecha del mapa es que se formen dos comunidades: la que es eminentemente política y el activismo anti-IVE. Lo particular de la burbuja de la derecha es que no hubo una distancia suficiente entre las elites políticas de la oposición y los activistas anti-aborto, de manera que esos usuarios quedaron alojados en el mismo agrupamiento, pese a que no todos coincidieron en su posición alrededor de esta política pública. 

El mayor nivel de propagación de mensajes le cupo al “movimiento feminista”, cuya comunidad concentró a los y las usuarias más activas: el 46% de las cuentas compartió el 64% de mensajes de la red, entre tuits y retuits. Estas estimaciones indican que el intercambio por cada cuenta de esta comunidad fue proporcionalmente mayor que el de las comunidades ocupadas por usuarios más orgánicamente partidarios. La “comunidad feminista” fue, además, la menos endogámica de las tres. Mientras que más del 90% de los mensajes compartidos (retuits) de las burbujas partidarias fueron intracomunitarios, el 20% de la interacción del activismo pro-IVE se cruzó a la comunidad del FdT, para retuitear mensajes emitidos por la cuenta del presidente Alberto Fernández. A diferencia de lo que ocurre con las autoridades de la derecha política, que activaron fundamentalmente a usuarios anti-aborto, la cuenta de @alferdez fue compartida dentro de las tres comunidades, aunque activada con particular intensidad entre usuarios de su propio partido (comunidad del FdT). 

Esta descripción es por demás elocuente. Por un lado, porque pone de manifiesto el grado de apertura narrativa del movimiento feminista, así como la capacidad de activación intercomunitaria del mandatario argentino. Por otro lado, porque evidencia que el involucramiento y la actividad de los y las usuarias es muy importante para la difusión de narrativas que alcancen un alto grado de expansión y legitimidad. Aun cuando las activistas pro-derecho no tenían muchos seguidores, concentraron más del 60% de la interacción total. De manera que sus definiciones de la IVE alcanzaron un nivel de difusión que se ubicó muy por encima del de otras comunidades, tal como se deduce de su tamaño en la Figura 1. 

#EsLey en 2020 fue un evento plebeyo y de consenso.2 ¿Por qué hablamos de consenso? Porque no se expresó una polarización estricta como sí ocurrió con otras conversaciones virtuales, donde la posición de los usuarios quedó directamente alineada con su identidad político-partidaria. Aquí, los y las usuarias más activas e influyentes no fueron necesariamente las que habitaron los extremos ideológicos por izquierda y por derecha. Además, el encuadre “pro-derecho” se expandió de forma más consistente que el encuadre “pro-vida”. 

Volvamos al gráfico y centrémonos en las “autoridades”; denominamos como “autoridades” a las y los actores más influyentes de las conversaciones en redes sociales. En este evento, tres tipos de actores contribuyeron al sentido que tomó el marco de significación “pro-derecho”, y fueron en parte responsables de la disminución del eje político-partidario como predictor del posicionamiento de los usuarios, y por ende, de la disminución de la polarización. El primer tipo de actor son los usuarios de la comunidad pro-IVE, que promovieron una narrativa clara y compacta; el segundo son los miembros de la comunidad identificada con el peronismo, favorables a la legalización del aborto aunque con una interacción endogámica e intracomunitaria; y el tercero, los usuarios más representativos de la comunidad Juntos por el Cambio y anti-IVE, con un comportamiento heterogéneo que incidió en la poca fuerza de su narrativa. 

Concretamente, a la derecha del espectro ideológico se destacan influencers con posiciones distintas y hasta contrapuestas alrededor de la norma. De un lado, los diputados de JxC Fernando Iglesias y Waldo Wolff votaron en la Cámara baja a favor de legalizar el aborto. Del otro lado, entre las principales autoridades de la comunidad opositora, se destacan la celebrity Viviana Canosa, el periodista Mariano Obarrio y el activista de derecha Agustín Laje, que rechazaron abierta y activamente el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Lo interesante es que, más allá de mantener posiciones contrapuestas, estos dos tipos de usuarios quedaron incluidos en la misma comunidad y, más aún, ocuparon lugares muy prominentes por su capacidad de propagar una narrativa muy difundida. 

Reflexiones finales

Los movimientos crean vías y despliegan estrategias discursivas para dar visibilidad y promover sus reivindicaciones. Su éxito y el alcance de su perfil público requieren de la movilización de una serie de recursos alrededor del problema que los convoca. De allí que a un movimiento se anteponga, naturalmente, un contramovimiento, cuya subsistencia dependerá de la red de alianzas políticas que construya (Ingrassia et al., 2022). Movimientos y contramovimientos recurren a esquemas de interpretación dinámicos e interactivos, y forjan definiciones disímiles de la situación que se disputa en la arena pública. En este artículo me propuse comprender la dinámica de dicha competencia de encuadres y, más específicamente, explorar la conformación de distintas narrativas alrededor del proyecto de despenalización del aborto en la red del pajarito. 

El principal hallazgo de este capítulo refiere al rasgo plebeyo y de consenso que alcanzó el debate en Twitter, que he llamado #EsLey. Cuando el diálogo político en redes sociales no se explica por las posiciones político-partidarias de manera excluyente, los marcos simbólicos promovidos por los actores sociales tienen más chances de visibilizarse de manera expandida y legítima. La definición feminista del derecho al aborto no solo fue la más extendida en la red Twitter, sino que ganó mayor congruencia discursiva que el encuadre vinculado al contramovimiento, con una estructura menos compacta. 

La capacidad de elevar un problema social al estatus de problema público depende de que los actores sociales logren instalarlo establemente en alguna arena competitiva (Hilgartner y Bosk, 1988). Tal ha sido el caso de la legalización del aborto en la Argentina, que logró legitimarse política y públicamente en la arena de las redes sociales y de la calle, y convertirse definitivamente en ley en diciembre de 2020. Sin dudas, una conquista importante para la idiosincrasia y la democracia argentinas. Y una de las más postergadas. 

Bibliografía

Baldassarri, D y Bearman, P. (2007). Dynamics of Political Polarization. American Sociological Review, 72(5), 784-811. 

Calvo, E. y Aruguete, N. (2020). Fake news, trolls y otros encantos: Cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales. Siglo XXI editores. 

Hilgartner, S. y Bosk, C.L. (1988). The rise and fall of social problems: A public arenas model. American Journal of Sociology, 94(1), 53-78.

Ingrassia, P. et al. (2022). El aborto en foco. Movimiento y contramovimiento en el tratamiento mediático de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) en argentina. En Muñiz, C. (coord.), Framing y política. Aportaciones empíricas desde Iberoamérica. Ciudad de México: Tirant Lo Blanch, pp. 361-389. 

Meyer, D.S., y Staggenborg, S. (1996). Movements, countermovements, and the structure of political opportunity. American Journal of Sociology, 101(6), 1628-1660. 

Pride, R.A. (2002). How critical events rather than performance trends shape public evaluations of the schools. The Urban Review, 34(2), 159-178. 

1. En este capítulo utilizo los términos “encuadre” y “marcos simbólicos” de manera indistinta para referirme al mismo concepto.

2. El mismo comportamiento se vio en el caso de #AbortoLegal en 2018 (Calvo y Aruguete, 2020).

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