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Una historia de los BBS argentinos
Sergio Andrés Rondán
Existió un mundo previo a Internet, la World Wide Web, los algoritmos y las empresas que usufructúan los datos de las personas sin demasiadas contemplaciones. Existió un mundo donde los usuarios eran dueños de los archivos y el material que compartían. Existió un mundo donde si querías descargarte un archivo, primero tenías que subir uno. Existió un mundo más silencioso y lento, donde las conexiones eran limitadas, pero eso no limitaba las interacciones entre usuarios, sino que más bien las potenciaba. Ese era el mundo de los BBS, las primeras comunidades digitales que surgieron en torno al desarrollo de las comunicaciones telemáticas hogareñas.
Tormentas de nieve y bytes
Mientras los primeros experimentos de la red militar y científica ARPANET, la abuela de Internet, se llevaban a cabo en distintas universidades y centros de defensa de los Estados Unidos, casi en simultáneo comenzaba la revolución del microchip, producto de la fabricación del Intel 4004 (1971), el primer microprocesador de la historia. Pero no sería hasta la salida del Intel 8080 (1974) que este tipo de tecnología
llegaría finalmente al mercado masivo. Fue justamente este chip el que permitió el surgimiento de las primeras computadoras hogareñas como la Altair 8800, la primera accesible para el “público general”. No era una computadora realmente pensada para lo masivo, ya que se vendía en un kit desarmado, había que ensamblarla, soldarla y agregarle periféricos, pues no poseía ni monitor ni teclado y la forma de interactuar con ella era a través de perillas que modificaban directamente los registros de la memoria RAM. Pero gracias a este equipo miles de hobbystas de la electrónica y la radioafición pudieron interactuar de primera mano con una computadora y armar clubes, pequeñas comunidades que buscaban compartir conocimiento sobre estos nuevos saberes.1
De uno de estos clubes, el Chicago Area Computer Hobbyist Exchange, formaba parte Ward Christensen, hobbysta de la informática y oriundo de Chicago. El 16 de enero de 1978 no pudo ir a trabajar porque una histórica tormenta de nieve 2 había cubierto toda la ciudad, dejando encerrada a la población, que no podía salir de sus casas. Christensen poseía una Altair 8800 con un accesorio poco común: un módem que todavía no había utilizado. Debido al encierro y a su hobbysmo innato, se comunicó por teléfono (milagrosamente las líneas funcionaban) con un colega del club, Randy Suess, y le planteó la idea de diseñar un software que permitiera otras computadoras conectarse a la suya utilizando las líneas de teléfonos módem mediante. Tan solo un mes después, Ward y Randy crearon un software llamado CBBS, Computerized Bulletin Board System. Este sistema permitía que una persona “llamara” a través de su módem a la computadora de Ward y de esta manera accediese a ella. Lo que encontraría al ingresar sería un tablero de anuncios en modo texto donde podría o bien dejar mensajes o leer lo que otros usuarios dejaron. Al mismo tiempo, Ward publicaba su desarrollo en la revista BYTE, junto con el software que había creado. En cuestión de semanas se fueron levantando decenas de sistemas similares que pasaron a llamarse Bulletin Board System o BBS, los primeros espacios comunitarios de la era pre-Internet, donde personas de distintos lugares se comunicaban e interactuaban en un entorno digital a través de las líneas de telefonía. Con el tiempo estos sistemas fueron actualizándose y permitían descargar y subir archivos, chatear en tiempo real, usar correo electrónico y debatir en foros organizados según temáticas.
Mientras tanto, en la Argentina
Para que exista un BBS, debe existir una línea telefónica. En nuestro país, la primera comunicación telefónica se realizó en Buenos Aires en 1878 (apenas dos años después del patentamiento de dicho invento). Fue posible gracias a los ingenieros Carlos Cayol y Fernando Newman, quienes inventaron aparatos que utilizaban la ya existente red telegráfica del país, conectando el diario La Prensa con la Administración de Telégrafos del Estado. A partir de ese momento, comenzó la caótica y compleja historia de las telecomunicaciones argentinas, donde una miríada de empresas privadas irían invirtiendo recursos con mayor o menor efectividad para la creación de más líneas, favoreciendo siempre las zonas más habitadas y, sobre todo, las grandes urbes, en detrimento de las provincias y regiones menos pobladas del país.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, las telecomunicaciones fueron vistas como un sector clave para el desarrollo y la seguridad de los Estados; es por eso que muchos países decidieron administrar las comunicaciones. La Argentina no fue la excepción y en el año 1946 el gobierno del general Perón creó la Empresa Mixta Telefónica Argentina, que sería rebautizada en 1956 ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), luego recordada y odiada. A principios de la década de 1970, la International Telecomunication Union (ITU) le permitió a ENTel ser un “nodo” de transmisión de datos vía protocolo télex (uno de los primeros en utilizar la red telefónica para enviar datos). Con el advenimiento de los interventores militares, ENTel se modernizó, se instalaron los primeros módems y comenzó a funcionar la red ARPAC, una especie de ARPANET argentina. De esta manera, ARPAC conectaba al sector público y privado, ofreciendo acceso a bases de datos, mail y conexión digital al resto del mundo a través de las nuevas redes de datos.
Los primeros BBS
En 1983 la dictadura militar llegaba a su fin en la Argentina y la ciudadanía recuperaba la vida democrática. Se cumplían cinco años de la tormenta que inspiró a Christensen y en nuestro país comenzaban a aparecer los primeros BBS de la mano de distintas personas, pero todas con dos puntos de unión: por un lado, la aparición de las revistas especializadas de informática, que publicitaban los nuevos módems, y por otro, la película War Games (1983), en la que un joven adolescente accedía a sistemas informáticos desde su casa a través de su computadora conectada a una línea telefónica. Dentro de esa conjunción hallamos a varios pioneros de la telemática, entre quienes están Pedro Corral y Manuel Moguilevsky, los primeros en montar sistemas BBS bajo modalidades bien distintas.
Según testimonios de varias personas que habitaban el incipente mundo de la informática en la década de 1980 en la Argentina, el BBS de Manuel Moguilevsky, Quick Info 80, fue el primero del país, puesto en funcionamiento en 1982 durante los albores de la recuperación democrática. Manuel, radioficionado y electrónico, viajaba regularmente a los Estados Unidos para comprar repuestos y materiales para la conversión de televisores NTSC a PAL que hacía en nuestro país. A fines de los años setenta fue al Hamfest de Dayton (Ohio) y durante ese viaje conoció en Los Ángeles, en una de las tiendas de Radio Shack, una de las computadoras que la firma comercializaba: la TRS-80. Para el año 1982 había comprado una TRS-80 Model III con un módem Bell de 300 baudios y un software para montar un BBS. Paralelamente, con un socio radioaficionado abrieron un local de homecomputers e instalaron el sistema de BBS allí, que se llamó Quick Info 80: contaba con dos líneas de teléfono y un disco rígido de 10 Mbs, y llegó a tener 300 usuarios activos, que podían intercambiar mensajes, archivos y chatear.
Casi en simultáneo Pedro Corral montaba Century XXI, otro BBS, que corría en una Apple II. Pedro era un radioaficionado, al igual que muchos de los iniciadores de la telemática en el mundo. Electrónico de pura cepa, se dedicó durante varios años a la conversión de televisores de la norma NTSC a PAL. Durante la década de 1970 comenzó a ver la irrupción de la computación personal a través de las revistas que llegaban. En 1982 en una reunión en el Radio Club Ciudad de Buenos Aires conoció las computadoras personales y durante ese año se hizo de una TI-99-4A completa: monitor, disquetera y el Peripherical Expansion Box, un gabinete extra con otra disquetera y varios slots para expandir la computadora, setup en el que gastó unos 2.000 dólares de la época. Su hobbysmo por las comunicaciones le hizo comprar un módem de 300 baudios y comenzar a experimentar con la telemática.
Debemos entender que no existía Internet como la conocemos y que era gracias al boca a boca en los clubes de radioaficionados y a las revistas informáticas de la época que se conocía qué se podía hacer con un módem. En algunas publicaciones, comenzaban a aparecer las listas con “números de teléfonos para discar” en los que detrás había una computadora con un módem; así Pedro fue conociendo las comunicaciones telemáticas. A mediados de 1984 compra una Apple II con dos disketteras, un disco de 20 MB y un módem de 1200 baudios y el software GBBS, que permitía gestionar tu propio BBS. Él quería mantener una línea de teléfono exclusiva para el sistema. Conseguir otra línea en esa época era casi imposible y lo que hizo fue cambiarle al vecino su línea por una computadora Commodore 64, pudiendo así en 1985 –mientras en el país un tribunal civil juzgaba a las juntas militares de la última dictadura– montar Century XXI como un BBS hogareño disponible 24 horas. Generalmente en el país los BBS hogareños funcionaban en rangos de horarios, normalmente nocturnos, cuando nadie en la casa usaba el teléfono.
BBS para el pueblo
A la par que Pedro Corral y Manuel Moguilevsky montaban los primeros BBS, las computadoras de 8 bits comenzaban a penetrar fuertemente en el país. A mediados de 1985 ya había una amplia proliferación de revistas especializadas en esos equipos, revistas que, como la K64, Load Sinclair y otras tantísimas más, eran el semillero de la expansión territorial de los BBS. Ahí era donde aparecía la publicidad de un módem y la nota explicando para qué usarlos: la sola idea de chatear con alguien, descargar archivos o dejar mensajes en un sistema on line era totalmente distópica y de ciencia ficción. Pero era real y no solo eso, sino que había una comunidad muy viva allí.
La gran mayoría de nuestros BBS fueron gratuitos y hogareños. Muchas personas que compraban un módem lo utilizaban para montar su BBS, haciendo que de esta manera existiera un enorme ecosistema de BBS hogareños, gratuitos y, hoy diríamos, selfhosted. Esto generó un ecosistema de muy variada temática, porque los BBS en definitiva eran una plataforma para socializar digitalmente en un entorno fundamentalmente de texto plano. La mecánica de foros que luego veríamos en la década de 1990 nace justamente de este tipo de primigenias comunidades telemáticas. El hecho de la limitación de una línea por BBS hacía que quienes se quisieran conectar tuvieran que enganchar un momento en que el teléfono no diera tono de ocupado. Pero más que una limitación terminó siendo una feature, porque hacía que fueras probando línea tras línea hasta dar con un BBS libre en el cual entrar y participar.
Mientras los BBS hogareños crecían también aparecían soluciones comerciales que tenían otras prestaciones; generalmente más de dos líneas a las que llamar, correo electrónico, descarga y subida de archivos, salas de chat multiusuario e incluso algunos rudimentarios juegos. Cobraban una suscripción mensual, más lo que debías pagar por la llamada. Moguilevsky ve esto y en uno de los viajes a los Estados Unidos descubre otro sistema superior: los servicios como Delphi, Compuserve o The Source, muy populares fuera del país. Estos ya no corrían en homecomputers sino en las minicomputadoras, equipos del tamaño de un lavarropas o una heladera, como la MicroVAX de DEC. Esto permitía que los equipos tuvieran, por un lado, posibilidad de conectar decenas de usuarios pero también de conectarse a través de las incipientes redes de datos que fueron evolucionando a partir de ARPANET.
En la Argentina existía ARPAC, desarrollada por Telefónica, que desde 1982 conectaba con redes de datos en los Estados Unidos, Europa y otros países latinoamericanos. De esta manera Manuel Moguilevsky trajo el servicio de Delphi, que requería la inversión del equipo de DEC, la compra de unas treinta líneas de teléfono y conexión directa con ARPAC a través de una subportadora de la línea telefónica. Esto permitía conectarte a sistemas de datos en los Estados Unidos sin utilizar la línea de teléfono, algo totalmente imposible de hacer antes. Es así que quienes pagaban la suscripción a Delphi, no solo obtenían todos los servicios que ofrecía (salas de chat, espacio de almacenamiento, descarga, foros, correo electrónico, entre otros) sino que además permitía hacer el salto hacia afuera. Desde Delphi uno podía ingresar a BBS de los Estados Unidos o incluso de Europa, algo imposible de hacer discando el teléfono desde tu módem en una casa en la Argentina.
Delphi Argentina se inaugura a mediados de 1986 –la democracia recuperada en la Argentina llevaba solo tres años– y Moguilevsky termina teniendo un piso de oficinas con 37 empleados en pleno centro porteño a finales de ese año. El servicio llegó a ser muy utilizado, logrando tener más de 6.500 usuarios en su momento pico, lo cual lo transformaba en una especie de proto-ISP. Muchos BBS de la época comenzaron un camino similar y se transformaron luego en proveedores; tal es el caso también de Martín Bueno, fundador de Los Pinos BBS en 1984, que corría en una C64. Con los años y la llegada de las privatización de ENTel, se facilitó el costo para acceder a las líneas y Bueno compró varias, armó un BBS comercial y luego en 1992 se transformó ya en uno de los primeros ISP del país, ofreciendo acceso a correo electrónico.
Cultura democrática digital
Podemos afirmar que los BBS sirvieron como inicio para la gestación de una cultura digital democrática; no por nada todo este nacimiento se dio justamente cuando el país comenzaba a recuperar la democracia. Había, sin lugar a dudas, una necesidad de crear espacios de comunicación, debates e intercambios y los BBS fueron eso: instancias comunitarias y democráticas donde las personas intercambiaban todo tipo de información, creados por individuos pero pensados en pos de la creación de una comunidad organizada.
Ya han pasado 40 años de aquellos primigenios días de nuestra democracia y de los primeros sistemas telemáticos. Si hace cuatro décadas eran los individuos quienes organizaban esos espacios digitales en pos de las necesidades e intereses de la comunidad, hoy son dominados por las big tech, que no reconocen fronteras ni gobiernos. Parte de esa cultura digital democrática se fue perdiendo conforme los BBS desaparecieron, revivió con Internet a fines de la década de 1990 y se transformó en lo que hoy conocemos, con la aparición de los smartphones y la Web 2.0. Un gran ejercicio democrático sería reapropiarnos de instancias digitales propias y construir ciudadanía digital desde espacios que sean organizados por los propios individuos y no por los intereses de empresas que solo buscan maximizar sus ganancias.
1. Uno de los clubes más reconocidos fue el Homebrew Computer Club de Sillicon Valley, donde Steve Jobs y Stephen Wozniak fueron miembros activos.
2. El fenómeno meteorológico es popularmente conocido como The great blizzard of 1978.